domingo, 24 de abril de 2011

Ayer.





Ayer, los pájaros me hablaron de una princesa que estaba encerrada en un castillo. Después, vino una ardilla que me dijo que el castillo estaba muy lejos. Yo ni corto ni perezoso fui a buscarla y a rescatarla. Al llegar al castillo, un dragón me escupió agua por la boca. Yo le pregunté que por qué me escupe agua sin conocerme de nada, a lo que el señor dragón me dijo que era su ocupación, que siempre lo había hecho y siempre lo hará. Pero el dragón sorprendido de mi valentía dijo que por primera vez en mil años, dejaría pasar a alguien. Dentro del castillo, subí a la torre, era la torre más alta que había visto en mi vida. Ya en lo alto de la torre, rescaté a la damisela. Ella me lo agradeció, y dijo que se casaría conmigo a lo que de inmediato le dije que no podría casarme con ella puesto que yo era un don nadie y ella era la princesa del reino de Portugal. Y me fui casa, no sin antes despedirme de mi colega dragón. Y a la mañana siguiente pensé que lo que me sucedió ayer. El ayer para mí vale muy poco, aunque no digo que no sea importante.







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