viernes, 7 de octubre de 2011

Sevilla.

Caminando por las calles de Sevilla de noche. Era invierno pero no hacia mucho frío. Las calles de Sevilla se encontraban vacía, ningún paso ni ninguna voz de cualquier transeúnte sevillano. Por el barrio de Santa Cruz me encontraba. Las farolas alumbraban como ojos de mi amada, hacía que mi larga sombra cayera bajo ese suelo sevillano. Mi orgullo y mi ego no cabían por esas callejuelas tan estrechas. Me adentré en lo más profundo de Sevilla, cuando salí por una calle y vi aquella Catedral de Oro con su Giralda. De repente, todo se para, mi ego y orgullo queda en nada. Solo estaba descubriendo una parte de aquella antigua ciudad. 



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